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«Es una vergüenza, joder, que estamos viviendo en vilo, no nos llaman, hay un pasotismo terrible». Es la desesperación de Roberto Martín, el marido de María Yolanda Pérez, que, con lágrimas en los ojos, en su casa de la localidad berciana de Toral de los Vados, muestra su impotencia y su rabia mientras siguen esperando que un oncólogo vea a su mujer, de 59 años, a la que acaban de diagnosticar un cáncer de pulmón en Estadio IV (el más avanzado y diseminado).
«Esto no puede seguir así, esto es una negligencia como un piano», dice antes de anunciar que pondrá el asunto en manos de sus abogados para denunciar al Hospital del Bierzo por lo que, entiende, ha sido una presunta negligencia por un diagnóstico tardío. Lo hará «para que otras personas no sufran ni padezcan este tema». Roberto Martín pide «que cuando un enfermo esté con cáncer lo tengan que atender ya y no tenga demora, joder, que es un sufrimiento terrible ver a mi mujer cómo la estoy viendo, apagarse poco a poco», remarca apesadumbrado, con voz entrecortada y al borde de las lágrimas.
Esta es la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de María Yolanda Pérez y su familia tras un largo historial clínico con numerosas patologías. Un tortuoso periplo que comenzó en 1983 cuando dio a luz a su hija mayor en el entonces Hospital Camino de Santiago de Ponferrada. En aquel ingreso se contagió con el virus de la Hepatitis C por las transfusiones que le tuvieron que hacer a raíz de la gran cantidad de sangre que perdió en el parto. «Nunca supe que tenía Hepatitis C ni que estaba contagiada hasta el año 2005», relata Yolanda Pérez, mientras hace un esfuerzo por hablar sin apenas aliento ya que le cuesta respirar y tiene que echar mano de un inhalador para recuperarse y poder seguir conversando.
Tras vivir muchos años fuera de España, con residencia en el Principado de Andorra, la familia volvió al Bierzo. «Yo tuve siempre una vida sana, sin excesos, ni mucho menos y la enfermedad nunca se me declaró». Al volver a la comarca comenzó a trabajar en una gasolinera en Trabadelo. «En el año 2005 empiezo a encontrarme mal, me costaba hacer el horario continuo y no me daba el cuerpo, no lo aguantaba. Yo notaba que era demasiado cansancio para lo que hacía», indica. Como ya había tenido anemia años atrás lo achacó a que podría volver a ser de nuevo la misma enfermedad. Visitó a su médico de cabecera que le pidió una analítica completa y ahí dio positivo en Hepatitis C.
Su vida se remonta a 1983 cuando dio a luz a su hija: «El médico me explica que tenía varios pacientes de ese año concreto que había venido una remesa de Italia contaminada, con Sida algunos y otros Hepatitis C y parece que me tocó a mí la china», lamenta. Ella no entendía nada porque no había tenido la enfermedad, ni tampoco su segunda hija que nació en 1995, todo ello «sin saber que tenía el virus». Se hicieron en casa todos las pruebas y María Yolanda Pérez fue derivada al servicio de Digestivo y al hacerle la carga viral comprobaron que «la tenía por las nubes, estaba viva de milagro», subraya.
A María Yolanda Pérez le pusieron un primer tratamiento con Interferón y Ribavirina. «El primero me destrozó el cerebro y el segundo los pulmones». Desde entonces sufre de asma «cosa que jamás había tenido». A ello se sumó también fibromialgia e hipotiroidismo, entre otras dolencias. «Me ha salido de todo a raíz de eso. Yo estaba nueva y a raíz de eso se acabó», lamenta.
Ansiedad, depresión, ataques de pánico fueron algunas de las consecuencias que le provocó ese tratamiento «por el que me tiré casi siete años en la cama», relata. Cuando logró recuperarse se puso a trabajar de nuevo a finales de 2010 y «ya sentada porque no era capaz de hacerlo de pie» en el primer call center que abrió sus puertas en Bembibre. Allí estuvo dos años pero finalmente el médico le dio la baja «porque ya no aguantaba ni sentada». La mutua la propuso para una invalidez «porque ya no podía con mi alma». A pesar de ello no tiró la toalla. Armada de fuerza y coraje, se pinchaba cada día para poder aguantar su jornada laboral que se le hacía «insoportable» y le reconocieron una invalidez permanente absoluta con 46 años.
Fue en el año 2015 cuando apareció el tratamiento «que realmente me curaba». Luchó por conseguirla ya que «valía un pastón y la Seguridad Social no quería ponerlos para España porque había muchísima gente contagiada y salía muy caro», asevera María Yolanda Pérez. Se movilizó y acudió a manifestaciones con otros afectados en toda España. Aunque muchos no lo consiguieron, ella sí: «Tuve suerte». Con el tratamiento la respuesta viral se quedó casi a cero «cuando ya estaba fastidiada».
Desde entonces hasta ahora ha ido tirando con multitud de achaques provocados por otros problemas de salud que padece y acudiendo a las consultas médicas periódicas en el servicio de Neumología del Hospital del Bierzo para controlar el asma que padece.
Unas consultas que se repitieron hasta hace dos años cuando, según asegura, «un médico me da el alta porque me dice que mi asma ya no existe, que estoy bien y que ya no tengo que tomar inhaladores ni nada». Asegura que no puede probar esa alta «porque a mi no me dieron informes», pero insiste en que desde ese momento ya no volvió a ser vista por ningún médico. «No he vuelto a consultas», subraya.
Este año 2025 en el mes de marzo María Yolanda Pérez empezó «con una tos muy fea, como siempre» viendo además, que «me costaba respirar, que me agotaba y no podía». Pidió entonces cita con su doctora de cabecera que le recetó un tratamiento con cortisona, antobiótico para la tos e inhaladores. «Pasan dos semanas y el tratamiento no me funciona, vuelvo a ir y me vuelve a dar otro tratamiento y lo mismo, hasta tres tratamientos me dio para ver si mejoraba y cuando vio que no mejoraba la llamé y le dije no puedo más, estoy que me muero». Fue en ese momento cuando le hacen un volante para acudir a Urgencias.
La primera atención que recibió esta berciana en el Hospital del Bierzo, según los informes, fue el día 22 de abril. En la primera radiografía que le hicieron tras darle el alta en Neumología «todo estaba normal», según consta en el informe del radiólogo. «Me pusieron oxígeno, nebulizadores, Urbason en vena y me encontraba de maravilla pero, claro, fue llegar a mi casa, pasar las horas y estaba igual». Le recomendaron reposo y control por su médico de Atención Primaria en un informe que recoge «sin datos de alarma que expliquen verbalmente volver a consultar», tras un diagnóstico principal de crisis asmática.
Su marido, que también sufrió depresión como consecuencia de los problemas de salud de su mujer y aún sigue en tratamiento psiquiátrico, atiende sin pestañear a sus explicaciones mientras le pide que no se sofoque.
El 1 de mayo tuvo que volver de nuevo a Urgencias del primer centro sanitario de la comarca «porque me ahogaba, no me llegaba lo que tenía en casa y ya echaba sangre por la boca». Motivo de la consulta: disnea en paciente con asma bronquial. «Ahí el médico ya dijo que esto no era asma», apunta su marido. Y le mandó de nuevo a Neumología donde le pidieron un TAC. El día 29 de mayo le dieron el resultado de la biopsia de un ganglio linfático con un diagnóstico concluyente: cáncer de pulmón en Estadio IV, inoperable.
Empezaba así una tensa espera que la mantiene en un sinvivir, tanto a ella como a su familia que se ve asediada por el miedo y sin saber cuándo la va a ver un oncólogo. «Me dejan así, que me llamarán para darme consulta con el neumólogo para hacerme un Pet Tac en León pero a mí no me ha llamado nadie. No tengo cita para nada», lamenta María Yolanda Pérez.
Transcurridos ya once días desde su diagnóstico, el único contacto que ha tenido hasta el momento ha sido el de su neumólogo «que me llamó para decirme que se habían reunido el equipo de neumología y los oncólogos para valorar mi caso y que tranquila que me llamarían para hacerme el Pet Tac y la consulta oncológica, y ni una cosa ni la otra, todavía estamos esperando».
El jueves 5 de junio presentaron una reclamación en el servicio de Atención al Paciente del Hospital del Bierzo «y nadie nos ha contestado», relata su marido. Un escrito en el que anunciaban que tomarían medidas legales, «porque vemos que ha sido una negligencia porque si le hubieran hecho caso desde el primer momento esto se hubiera agilizado mucho más desde el 22 de abril cuando ya se veía el tumor y seguimos esperando».
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María Yolanda Pérez está ahora muy medicada pero al menos no siente dolor. Sigue a la espera. «Esto tenía que haberse hecho ya mucho antes, el radiólogo metió la pata, fue un tiempo perdido total porque ellos saben lo que están viendo y tenía que haber informado que me pusiera en contacto con el neumólogo», apunta.
«Si en ese momento hubiera visto el radiólogo que había un cáncer, algo raro, nos hubiera mandado a Neumología posiblemente se habría agilizado mucho más y hoy mi mujer estaría con tratamiento», señala su marido. Mientras tanto, la familia sigue sufriendo en silencio a la espera de una llamada que no acaba de llegar.
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